

Historia
Iglesia
4ºESO
Higloria
Historia
de la Iglesia
4º E.S.O.
Parte II.- El Catolicismo en la Hispania visigoda

1.- Los orígenes del Reino Visigodo en Hispania
Se puede decir que el Reino Visigodo Hispano absolutamente independiente comenzó con Leovigildo. Fue asociado al Trono por su hermano Liuva I (elegido rey en el 567) en el año 568, como forma de evitar una guerra civil entre ambos después de la muerte de Atanagildo. Leovigildo reforzó su poder casándose con la influyente viuda de Atanagildo, Goswintha, y se encargó de gobernar los territorios visigodos en la Península Ibérica, mientras su hermano dominaba la Septimania, última provincia que les quedaba a los visigodos en las Galias. El número de habitantes del reino visigótico andaría en su totalidad por unos cuatro millones, en más o en menos.
La muerte de Liuva en el 571 permitió a Leovigildo erigirse en único monarca y gobernar la totalidad del reino. Puede decirse que fue Leovigildo quien convirtió definitivamente el reino visigodo en un Estado hispánico: fijó la capital en Toledo; contuvo en sendas campañas militares a los otros dos poderes presentes en la Península, representados por los asentamientos bizantinos del sureste (571) y por el reino suevo del noroeste (573-76); venció definitivamente a este último, incorporando Galæcia a sus dominios (585); aplastó la rebelión de la aristocracia bética en el sur (572); rechazó un intento de los burgundios por arrebatarle Septimania (585); sometió a los cántabros (574), a los vascones (fundando para controlarlos la ciudad de Vitoria) y a otros pueblos del norte. Pero la labor de Leovigildo no se limitó a la expansión territorial del reino visigodo por medio de campañas guerreras; también lo consolidó mediante reformas internas.
Convirtió la monarquía electiva tradicional de este pueblo germánico, procedente de su época nómada, por una monarquía hereditaria en su propia familia; para ello asoció al Trono a sus hijos Recaredo y Hermenegildo en el 573; un posterior intento de rebelión de este último fue abortado sin contemplaciones, dejando a Recaredo como único heredero.
Inspirándose en el modelo del Imperio Bizantino, reforzó la majestad y el poder simbólico del monarca, enriqueciendo el ceremonial cortesano y acuñando monedas de oro. Y realizó múltiples reformas administrativas, judiciales, fiscales y militares, tendentes todas ellas a la centralización del poder y a la sumisión de la nobleza. (Más INFORMACIÓN)
2.- La unificación religiosa del reino.
Posiblemente el principal fracaso del reinado de Leovigildo estuvo en la política religiosa, pues no consiguió imponer a la población hispanorromana la fe arriana de la casta dominante goda. La herejía arriana lleva el nombre de su principal difusor, Arrio, que negaba la divinidad de Cristo, esta herejía fue condenada en el primer Concilio de Nicea finalizado el año 325.
La rebelión de su hijo Hermenegildo -convertido al catolicismo- en 579-584, mostró la virulencia del conflicto religioso latente, al sublevar de nuevo a las ciudades de la Bætica. Ante la persecución desencadenada por su padre contra los católicos, le declara la guerra en el año 582. Vencido y hecho prisionero por Leovigildo, muere mártir rechazando la comunión ofrecida por un obispo arriaano de su fe en 585. — Fiesta: 13 de abril.
Leovigildo reforzó desde entonces la persecución de los católicos; pero la resistencia de los católicos hispanorromanos le aconsejó cambiar de actitud hacia el final de su vida, favoreciendo quizá la posterior conversión de su hijo y sucesor, Recaredo, a la fe católica en el III Concilio de Toledo.
3.- Los Concilios de la Iglesia Visigótica.
Los concilios toledanos fueron asambleas eclesiásticas continuadoras de la tradición sinodal romana, se convirtieron en época visigoda en una institución de apoyo a los reyes hispanogodos en su potestad legislativa y en los asuntos de gobierno.
La conversión de Recaredo y del pueblo godo al catolicismo en el Concilio III de Toledo (589) supuso la integración en el Estado visigodo de la comunidad hispanorromana, especialmente representada por la jerarquía eclesiástica, y la Iglesia católica quedó reconocida como la autoridad religiosa y moral que podía dictar las normas éticas de la actuación del poder público.
De este modo, la potestad secular y la eclesiástica no estuvieron bien delimitadas en sus diferentes esferas de actuación, conforme a la tradición romana del Bajo Imperio y la arriana de los visigodos, caracterizada por el sometimiento de la Iglesia a los reyes.
A partir del IV Concilio del año 633, y bajo la inspiración de Isidoro de Sevilla, los concilios fueron concebidos como una institución a la vez política y eclesiástica, que actuaba en sesiones distintas según se ocupase de cuestiones concernientes al Estado o a la Iglesia, atribuyéndose respecto del primero una alta función rectora y normativa. Por esta razón se tiende actualmente a considerar los concilios como la suprema asamblea legislativa que reguló en la España visigoda la orientación de la vida política y, al mismo tiempo, como el tribunal superior fiscalizador de la misma.
Estas asambleas fueron las que 1) prescribieron las condiciones requeridas para ser elegido rey; 2) las que fijaron las normas de la elección real; 3) las que legalizaron los destronamientos y las usurpaciones de la corona y sancionaron la legalidad de la ascensión de determinados príncipes al trono; 4) las que anatematizaron a los conjurados y rebeldes al Estado, instaron al riguroso cumplimiento de los juramentos del rey y de los súbditos, 5) instauraron las garantías judiciales de los magnates, sacerdotes y militares gardingos; 6) sancionaron con su autoridad moral las leyes y decisiones regias, 7) definieron las normas morales a las que debía ajustarse la actuación real, 8) aprobaron los edictos del rey, de su familia y de los «fieles del rey»; 9) el castigo o perdón de los rebeldes al Estado y las persecuciones religiosas contra los judíos. Con ello lograron los concilios la intervención de los obispos en la elección de los reyes, en la administración pública y en las funciones legislativas y judiciales.
Los decretos conciliares (cánones), una vez redactados, eran promulgados y a continuación firmados por todos los que habían asistido a la reunión: sacerdotes y seglares. Estos decretos conciliares, cuya violación era castigada con la excomunión, tenían que ser confirmados por el rey mediante la promulgación de una ley en confirmación de las decisiones del concilio, con lo que dichos acuerdos adquirían fuerza de ley civil.
Además de los concilios plenarios existían sínodos provinciales cuyo procedimiento era el siguiente: las reuniones se celebraban en la iglesia metropolitana, en la que entraban, en primer lugar, los obispos, por orden de antigüedad, seguidos de sacerdotes y diáconos.
Después de elevar una oración, un diácono presentaba un libro de cánones conciliares relativos a la reunión de los sínodos. A continuación, el metropolitano convocaba a todo aquel que tuviese algún asunto que presentar.
Todos podían recurrir al sínodo contra los obispos, jueces, grandes o cualquier otra persona. Si la reunión consideraba que la reclamación era justa, el rey, a petición del metropolitano, nombraba un funcionario ejecutivo para obligar a jueces y otros laicos a comparecer ante el sínodo.
Por lo que se refiere al conocimiento por el pueblo de las decisiones adoptadas, en 693 se decidió que todos los obispos, en el plazo de seis meses después de la terminación de un sínodo, debían convocar una asamblea de todos los abades, sacerdotes, diáconos y otros clérigos, junto con todo el pueblo de su circunscripción eclesiástica, y debían informarles de las resoluciones tomadas en la reunión provincial. Éste seria presumiblemente el procedimiento seguido en los concilios Buscar voz… provinciales tenidos en Zaragoza y Huesca.
En Hispania se celebraron en época visigoda 34 concilios: 1 en Tarragona; 2 en Zaragoza; 17 en Toledo; 1 en Gerona; 2 en Barcelona; 1 en Lérida; 1 en Valencia; 3 en Braga; 1 en Narbona; 2 en Sevilla; 1 en Mérida; 1 en Huesca, y 1 en Egara. A dieciséis de ellos acudió representación procedente del actual territorio aragonés Los asuntos más importantes tratados en cada uno de estos concilios figuran a continuación:
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Toledo III (589): Abjuración de la herejía arriana y pública y oficial profesión de fe hechas por el rey, los obispos y los nobles en nombre de todo el pueblo visigodo.
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Tarragona (516): Disciplina eclesiástica: normas que habían de observar los clérigos en sus actividades económicas; obligatoriedad para el obispo no ordenado en la sede metropolitana de presentarse al metropolitano en el plazo de dos meses; visita anual del obispo a las iglesias de su diócesis y rentas que había de recibir de las mismas.
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Barcelona I (546): Cuestiones litúrgicas rituales y fiscales relativas a la ciudad de Barcelona.
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Lérida (546): Normativa clerical y monástica. Administración de los bienes de la Iglesia a la muerte del obispo.
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Barcelona II (599): Gratuidad de la promoción a los servicios eclesiásticos. Observación de los plazos fijados por los cánones para ser promovido al sumo sacerdocio.
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Egara (614): Puesta por escrito de los cánones del concilio de Huesca.
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Toledo IV (633): Regulación de la disciplina eclesiástica con base en la unidad de la fe. Nombramientos episcopales. Inmunidad personal de los clérigos ingenuos en relación con cualquier servicio o pública convocatoria. Estatuto de los judíos y sus relaciones con los cristianos. Institucionalización del concilio peninsular. Ley fundamental de la monarquía católica. Legitimación del príncipe reinante, Sisenando, que inicialmente había sido un rebelde.
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Toledo V (636): Destinado fundamentalmente a asuntos temporales: procedimiento sucesorio relativo a la monarquía, previniendo posibles riesgos o abusos. Ante el supuesto de que individuos sin nobleza de sangre ni virtud personal pretendieran alcanzar el poder supremo, se precisó que tan sólo accedían legítimamente al trono quienes perteneciendo a la nobleza del pueblo godo fuesen elegidos por el voto común.
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Toledo VI (638): Formuló un importante símbolo de fe en cuya elaboración parece probable que tuviera papel preeminente el obispo Braulio de Zaragoza. Entre los temas políticos, se establecieron garantías para la descendencia de Kinþila, fijándose la relación de incapacidades para reinar. Se legisló contra la población judía, a la que se pretendía forzar a la conversión.
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Toledo IX (655): Concilio provincial, se inscribe dentro de la mecánica regular de éstos.
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Toledo XII (681): Legitimación de Ervigio, cuyas leyes contra los judíos fueron aprobadas por el concilio. El canon más importante es el VI, que representó la consagración oficial del primado toledano en la Iglesia hispana.
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Toledo XIII (683): Concesión de amnistía total a los que habían sido condenados un decenio atrás por su participación en la rebelión del duque Paulo contra Wamba. Condonación de todos los impuestos atrasados. Exclusión de los cargos palatinos de siervos y libertos. Inmunidad de nobles y eclesiásticos. Protección de la descendencia del rey.
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Toledo XV (688): Dedicado exclusivamente a la legitimación de Egica.
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Toledo XVI (693): Adoptó diversas medidas destinadas a la restauración de la disciplina y a reprimir los manejos de los conspiradores. Continuó la línea política antijudía, revisando la legislación existente.
Una lectura atenta de lo indicado en este apartado nos informa de la vitalidad del catolicismo en esta época: Diócesis, personas, temas teológicos, morales, disciplina etc. (Más INFORMACIÓN)
4.- Lengua y literatura en la Hispania Visigoda.
Al llegar a Hispania, los visigodos ya eran los más cultos de los pueblos germánicos, pero tanto la lengua hablada como la escrita de estos invasores fue desplazada por la hispanorromana. Muchas palabras germánicas han pasado a formar parte de de la lengua española, y casi siempre están relacionadas con la guerra como. Así en términos de derecho: feudo, relengo; en términos miliares: guerra, esgrimir, tregua, heraldo, ganas, botín, tropa, guiar, estribo, espuela estribo, brida, yelmo, guante, dardo, estoque, espía; de la vida de la época: rico, galardón, arpa, brasa, guisar, escanciar, frasco.
Después de Paulo Osorio (390 – 435), que escribió en Hipona, junto a san Agustin (417 – 418), sus Historiarum adversus paganos libri VII (Siete libros de historia contra los paganos), fue muy importante Idacio de Limia (390 – 470) que dice haber conocido también a san Jerónimo. Su Chronicon, basado sobre el Imperio, al que sigue mentalmente fiel (fue a pedir ayuda a Æcio contra los suevos, sin éxito), es una buena historia desde 378 hasta 469, y sigue la cronología de san Jerónimo que recibe el nombre de Era de las Olimpiadas, y para las fechas españolas parte del año 38 a. de J.C., año del tributo de Augusto. Esta cronología recibe el nombre de “Era hispánica” y se usó durante siglos, ya en la era de Jesucristo, que empezó a utilizar en el s.VI Dionisio el Exiguo en Roma y que no se extendió a los demás países hasta el s.IX , fue totalmente desconocida en España y no se empezó a usar hasta bastante después.
Juan de Bícaro (540 – 621), obispo de Gerona, estudio en Constantinopla y escribió una continuación de la Crónica universal de san Jerónimo. San Martin Duniense hizo traducir los clásicos griegos y latinos en el monasterio por el fundado y escribió dos libros: De correctione rusticorum (sobre la corrección de los campesinos), donde se narran las supersticiones (algunas aún vigentes) de Galicia, y su Formula vital honestæ, tratado de moral inspirado principalmente en Séneca, para edificar al rey Mirón, recién convertido. De esta época y siempre en lengua latina, son: el Commonitorium, poema en dísticos de Orecio; el comentario del Cantar de los Cantares, de Justo de Urgel; un comentario del Apocalipsis, de Aprigio de Bejar y otras muchas obras de gran profundidad.
Pero los dos máximos escritores de esta época fueron san Isidoro de Sevilla y su hermano san Leandro, que formaron escuela. San Leandro nació en Cartagena, hijo de padre hispanorromano y madre visigoda. De aquella excepcional familia nacieron además: Fulgencio, Obispo de Écija; la monja Florentina, exquisita poetisa, y san Isidoro. El año 578, san Leandro que era el mayor, y había sido nombrado obispo de Sevilla, se encargó de la educación de sus hermanos. Las obras de san Leandro se han perdido; solo queda un libro dedicado a su hermana monja, Florentina, y titulado Del desprecio del mundo y de las instituciones de las vírgenes. Murió en 599. San Isidoro, nació en 570 y el conjunto de sus escritos es una recopilación formidable de toda la sabiduría de su época. Se le deben obras gramaticales (entre ellas una sobre verbos y otra sobre sinónimos); filosóficas (en ellas habla de la Trinidad, del pecado, del fuego del purgatorio, del diablo etc.) Su obra mas importante es Orígenes o Etimologías, escrita a instancias de san Braulio, obispo de Zaragoza. Es una verdadera enciclopedia de todo el saber antiguo , de cuyo contenido dice Menendez Pidal : “El inmenso conjunto de la vida humana que tuvo expresión en las tres lenguas santas: hebreo, griego y latín; artes liberales, historia, legislación, historia natural, libros y bibliotecas, escuelas filosóficas, poetas, cosmografía, agricultura, milicia, trajes, comida juegos…. El caos hecho en el cosmos".
Al lado de las citas de san Agustín, las de san Leandro o san Ambrosio ocupan cuarenta veces más espacio las de Virgilio, Cicerón, Horacio, Ovidio, Marcial, Lucano y otros clásicos latinos. En esta obra colosal aparece ya lo que durante los siglos siguientes iba a ser el plan de estudios de todas las escuelas catedralicias y monásticas europeas: el trivium (Gramática, Retórica, y Dialéctica) y el quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música). Desde anatomía hasta arquitectura, todo encuentra cabida en este monumento literario, que sería muy utilizado por los estudiosos del occidente europeo hasta el s.XIII.
5.- Las artes en este periodo
El arte hispano tenía dos elementos que iban a penetrar profundamente en el mundo y constituirían dos importantes aportaciones a la Historia del Arte Universal: la orfebrería y el invento del arco de herradura, que luego asimilaría el arte árabe.
El tesoro real visigodo era el más famoso de su época, y se conservan admirables descripciones que hicieron los historiadores árabes de sus piezas mas célebres, al conquistarlo. Los dos tesoros encontrados actualmente, y que nos dan mejor idea de este arte original, son los de Guarrazar y Torredonjimeno. Su característica mas acusada, y que lo distingue del arte hispanorromano, es la afición a incrustar grandes gemas, generalmente sin tallar o mal talladas, incluyendo perlas, vidrios e incluso antiguos camafeos, montados en oro.
Los metales preciosos se trabajan a martillo y a tórculo, y se conocía en algunos casos el esmalte llamado cloisonné. Todas estas técnicas están reflejadas en una pieza excepcional: la tapa de la arqueta llamada “de las ágatas” de la catedral de Oviedo.
Pero el objeto mas típico son las “coronas votivas” que los reyes ofrecían a Dios como entrega simbólica de su poder, y que se colgaban en las iglesias. Esta era una antigua tradición oriental . El primer rey en hacer la ofrenda, como es lógico fue Recaredo, cuya corona fue robada por Paulo para hacerse coronar en Narbona. Algunas de estas coronas votivas se guardan en el Museo Arqueológico de Madrid, procedentes de ambos tesoros, pero la mas importante, que era la de Recesvinto, fue depositada en Francia en el museo Cluny (París), aunque se recuperó también para el Museo Arqueológico Nacional.
La arquitectura visigoda fue utilizada parcialmente por árabes o cristianos del norte y ello la ha desvirtuado en gran parte. Pero algunas de sus mas monumentales obras se han perdido para siempre.
Es lógico suponer que las mejores iglesias y palacios estarían en las grandes ciudades y allí fueron destruidas para ampliaciones y restauraciones, por motivos políticos y militares etc. De todas formas, al conservar algunas de las pequeñas, estas se han mantenido en su pureza primitiva y permiten formarse mejor idea que otras mayores, que no hubieses escapado de adiciones.
La arquitectura visigoda se divide en dos épocas: la primera, antes del año 587 (fecha de la conversión de Recaredo al catolicismo) y una segunda época que abarca hasta la entrada de los musulmanes.
Lo poco que de la primera época ha quedado, está en la zona sur, la mas civilizada, pero también la de mayor influencia bizantina. Destaca la iglesia de “Cabeza del Griego” (reveladora hasta en su nombre) y las ruinas excavadas de Vega del Mar, en San Pedro Alcántara (Málaga) con su baptisterio de inmersión contiguo.
De la segunda época, las iglesias mas importantes son las de San Juan de Baños (Palencia), Santa comba de Bande (Orense), San Pedro de la Nave (Zamora) y la Bizantina de San Fructuoso de Montelios (Braga) . Se citan como visigodos en Cataluña algunos elementos del grupo de iglesias románicas de Tarrasa. (Cf. EL REINO VISIGODO)