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Parte I.- El Cristianismo en la Hispania romana

1.- Conquista de Hispania por Roma.

      La conquista de Roma se inició en el s.III a.C. y concluyó, tras un proceso largo y complejo, en el s.I a.C. en este proceso podemos distinguir tres etapas principales:

            1ª) Conquista del este y el sur peninsulares (218-197 a. C): el inicio de la conquista se enmarcó en el contexto de la II Guerra Púnica guerras que enfrentaron a Roma y Cartago por la hegemonía en el mediterráneo occidental. Los cartagineses tenían asentamientos importantes en el levante peninsular y desde allí atacaron a Roma a través del sur de Francia y los Alpes. Roma contraatacó invadiendo las posesiones cartaginesas en Hispania a fines del s.III. La victoria romana de Ilipa (209 a.C.) puso fin a la presencia cartaginesa en Hispania y consagró el dominio de Roma sobre el este y el sur peninsular.

            2ª) Conquista del centro y el oeste peninsulares (155-133 a. C.): Los romanos tuvieron que hacer frente a la resistencia de los pueblos de esta zona. Los mejores ejemplos son las guerras lusitanas (155-136 a.C) en las que destacó Viriato, líder lusitano, y la férrea resistencia celtíbera en Numancia hasta su rendición en el 133 a.C. La República romana vivió diversas guerras civiles que  llegaron a la península. Las luchas internas de Roma dieron lugar a enfrentamientos bélicos en la península. Un buen ejemplo es el enfrentamiento entre Pompeyo y César (49-45 a.C.). Estos conflictos aceleraron el dominio romano sobre la península.

            3ª) Conquista del norte peninsular (29-19 a.C): El fin de la conquista llegó en tiempos de Augusto, primer emperador romano, con la dominación de galaicos, astures, cántabros y vascones (guerras cántabras). (Cf.Etapas de la conquista de la península ibérica por Roma‎).

2. Situación de la Provincia Tarraconense.

      La reforma provincial de Augusto se produjo entre el 27 a.C. y el 15 a.C. La provincia Tarraconense comprendía los territorios de las actuales Mallorca, Menorca, Ibiza, Aragón, Navarra, País Vasco, Asturias, Galicia y los territorios de Portugal situados al norte del Duero.

      El límite con la Bética comenzaba entre Urci (al norte de Almería) y Murgi (Dalias), continuaba hacia el interior hasta llegar a Acci (Guadix), para seguir después el curso del Guadalbullón hasta su confluencia en el Guadalquivir, que actuaba de frontera hasta llegar a los alrededores de Cástulo (Linares).

      La línea atravesaba luego los montes oretanos hasta llegar al Guadiana, donde comenzaba la frontera con la Lusitania, cuya línea de demarcación atravesaba el Tajo en Toledo, para luego alcanzar al Duero en su confluencia con el Esla, que actuaba de frontera hasta el Atlántico.

      En el s.II d.C. el país de los vetones que, hasta entonces, había pertenecido a la Tarraconense, pasó a pertenecer a la Lusitania, mientras que la Baeturia se desgajó de la Bética para ser incluida en la Tarraconense y la capital de la provincia se estableció definitivamente en Tarraco.

     El gobierno era ejercido por un legado (cuyo título era Legatus Augusti proprætore) que, generalmente, había ocupado con anterioridad el cargo de cónsul. Bajo su mando se encontraban los legati iuridici, los legati de las legiones, los præfecti y tribuni de las cohortes auxiliares y los procuratores equestres encargados de la administración financiera.

      La provincia estaba dividida en seis conventus: Asturum, con la capital en Asturica Augusta (Astorga); Bracaraugustanum, con sede en Bracara Augusta (Braga); Carthaginensis, cuyo centro principal era Carthago Nova (Cartagena); Lucensis, cuya capital estaba en Lucus Augusta (Lugo), Cluniensis en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) y Tarraconensis con Tarraco (Tarragona) como capital.

 

3. El cristianismo en la capital de la provincia. Tarraco.

      De ser ciertas determinadas fuentes, tradiciones y  leyendas el cristianismo llegó a España en el s.I y nada menos que por obra de dos Apóstoles:  Santiago el Mayor y San Pablo.

      En relación con los sucesos que se relacionan con el apóstol Santiago: venida a Hispania, aparición al mismo de la Madre del Señor en vida, y su sepulcro en Compostela, poco vamos a decir, pues de los mismos no tenemos sino leyendas con pocas o ningunas bases históricas.

      Lo que sí podemos decir es que, a pesar de la calificación legendaria de estos hechos, la devoción a la Virgen María bajo la advocación del Pilar y al Apóstol Santiago han tenido en el cristianismo español,  en la Europa peregrinante y posteriormente en la  América hispana, una  profunda influencia  que llega hasta nuestros días. El hecho de la piedad y devoción a Santiago y a la Virgen del Pilar sí es un hecho bien fundamentado históricamente, esta referencia nos parece suficiente para nuestro tema.

    Algo distinto hemos de decir en lo referente al viaje de san Pablo, pues aunque también en torno a este hecho se hayan desarrollado tradiciones y leyendas, el hecho de su llegada a España  es un  suceso bien fundamentado históricamente.

      Lo primero que tenemos acerca de esto es el texto de la carta a los Romanos en la que el Apóstol expresa su deseo de ir a Roma, deseo que cumplirá cuando venga de España desde donde piensa ir a Roma, he aquí el texto: (Rom.XV,20-24) "Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán. Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros. Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros".

       El texto no expresa el deseo  del Apóstol de ir a España sino una decisión firme, que nace del hecho de la actuación de Pablo  de ir “no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno”, el deseo del  Apóstol era el de ir Roma  lugar en el que la Iglesia había sido implantada, por lo que  san Pablo iría a verlos al pasar: “porque espero veros al pasar”. Varios textos de los padres de la Iglesia testifican que el propósito de Pablo de ir a España se hizo efectivo, veamos unos cuantos:

      Clemente, Obispo de Roma (discípulo de Pablo), ca 95 d.C. escribió una carta a la iglesia de Corinto, en la cual dice: Pablo, pregonero de la verdad en Oriente y en Occidente, recibió el premio de su gran fe. Cuando predicando el mensaje de justicia a todo el mundo hubo ido al extremo del Occidente, sufrió el martirio, emigrando así de este mundo para habitar en el Santo Lugar.”(Ad Cor.XXXVI) El extremo de occidente en la época era sin duda España. Cayo Plinio el Viejo nos dice en su “Historia Natural”, tomo III, 1, “Hacia donde se origina el ocaso del sol, se encuentra el estrecho gaditano y España, el primer país, que es la más avanzada punta de la tierra”.

      Atanasio (296-373), quien en su epístola a Draconio escribe: Este santo varón estaba interesado en predicar hasta la Iliria (centro de Europa) y no tenía pereza de irse, no solamente a Roma, sino de llegar hasta España, pues cuanto más trabajase, mayor sería las merced de su gloria”.

      Varios. Epifanio (310-403) dice: “Pablo arribó a España, mientras Pedro visitó varias veces Ponto y Abisinia". (PG.XLI); Jerónimo (330-401), en su “Comentario sobre Isaías”, dice que el apóstol “se trasladó a España directamente por barco" (PL.XXIV,154); Juan Crisóstomo (344-438), en el “Comentario sobre Romanos” (10:18), escribe: “Él procuró realizar el recorrido desde Jerusalén a España. Cuando hubo pasado dos años preso en Roma, una vez libertado, se fue a España; después volvió a Judea visitando a los judíos y finalmente regresó a Roma, donde sufrió el suplicio por orden de Nerón.”

            Dónde  llegó san Pablo y qué hizo en España, cae ya dentro del campo de la leyenda y tradiciones: La tradición relaciona la visita con Tarragona-Tarraco  que era, entonces, una ciudad políticamente muy importante. Popularmente se relaciona esta venida con una piedra situada en el fundamento y al lado de la capilla de San Pablo (ahora en el interior de uno de los claustros del Seminario Conciliar Pontificio), que pertenecía al antiguo hospital de los canónigos, desde donde el Apóstol habría predicado.

      El año 259, en tiempos de las persecuciones decretadas por los emperadores Galieno y Valeriano, fueron quemados en el anfiteatro de la ciudad Fructuoso, obispo de Tarragona, y sus diáconos, Augurio y Eulogio (21 de enero).

      Un testimonio  de este martirio es el  Oficio de la Real Academia de la Historia  al Ministerio de Instrucción Pública francés en el que se le agradecen las noticias transmitidas acerca del hallazgo de una inscripción cristiana en la que se leen losnombre de los mártires de Tarragona, Fructuoso y Augurino, así como por su ofrecimiento de comunicar el resultado de la misión arqueológica que le ha encomendado el Ministerio de Instrucción Pública francés.

      Por otro lado  las actas de su martirio figuran entre las siete únicas que la Iglesia considera auténticas.  Son las más antiguas de la Península, y constituyen el primer documento escrito sobre el cristianismo.  Presuponen una Iglesia bien organizada y viva. 

      En el año  385 el obispo Himerio consulta a S.S.Dámaso, Pp., algunas dudas sobre asuntos de disciplina eclesiástica.  Muerto éste, le contesta su sucesor, S.S.Siricio, Pp. (11 de febrero). Se trata de la primera decretal que un S.R.Pontífice dirige a un obispo de la Iglesia latina: le manda que haga cumplir sus prescripciones a los obispos de su provincia y también a los gallegos, béticos y lusitanos.  Aparece, por tanto, la estructura provincial de la Tarraconense e incluso, la primacía a nivel peninsular.

      El  año 420, siendo obispo Titianus, el monje Frontón tiene una destacada intervención contra grupos Priscilianistas.

     El año  465, el obispo Ascanio escribe a S.S.Hilario, Pp. para hacerle algunas consultas de disciplina eclesiástica.  Los términos de la respuesta al afianzan como metropolitano (30 de diciembre).

 

4.- El cristianismo em algunos de los Conventus de la Provincia Tarraconense 

4.1.- ASTORGA. (Asturum, con la capital en Asturica Augusta).

      Es una de las diócesis más antiguas de España, se tienen evidencias históricas de la existencia de la diócesis en el convento jurídico asturicense, con capital en Asturica Augusta, en la provincia romana de Gallæcia, ya desde mediados del s.III. Algunos autores suponen que por aquel entonces las actuales diócesis de Astorga y León estaban unidas en una sola, aunque otros consideran que no hay pruebas concluyentes de este hecho.

      Los primeros siglos de la diócesis no fueron fáciles para los católicos, que debieron afrontar la pervivencia de los dioses paganos, las persecuciones ordenadas por diversos emperadores romanos, la aparición de numerosas desviaciones. El primer obispo del que se tiene constancia documental, Basílides, fue destituido por libelático, es decir, que con el fin de librarse de la persecución se procuró un certificado (en latín libellus) que acreditaba haber sacrificado a los dioses, durante las persecuciones ordenadas por Decio en un episodio que requirió la intervención del obispo Cipriano de Cartago y de S.S.Esteban, Pp., I; su sucesor Sabino desarrolló su episcopado durante las represiones de Valeriano, y contemporánea suya fue la mártir Santa Marta, actual patrona de Astorga, supuestamente hermana de San Vidal y tía de Justo y Pastor.

      La diócesis también estuvo representada en el Concilio de Elvira, el primero celebrado por la iglesia cristiana en Hispania cerca del año 300 en el contexto de las persecuciones de Diocleciano, al que acudió el obispo Decencio. (Más INFORMACIÓN)

 

MAPA  DE HISPANIA EN TIEMPOS DE AUGUSTO.

Augusto reorganizó el país y lo dividió en dos provincias imperiales: Lusitania, con capital en Mérida, y Tarraconensis, con capital en Tarragona; y una senatorial, la Bética, con capital en Córdoba.

Retablo de la S.A.I.Catedral de Astorga. De Gaspar Becerra (1558-1584)

4.2.- CARTAGENA (Carthago Nova).      

      La Iglesia de Cartagena nació quizás en el s.II, época en que la importancia de esta ciudad era notoria y el cristianismo  había conseguido gran arraigo entre los locales. La capitalidad de la Diócesis vino de la mano de la nueva división provincial del emperador Diocleciano: la ciudad de Carthago Nova se convirtió de este modo en la capital de la Cartaginense y su Iglesia en Cabeza diocesana.

      Su origen puntual es incierto; Carcesa sede de San Hesiquio, es identificada por algunos con Caravaca o Cieza. En el Concilio de IIíberis (Elvira) se cita la Iglesia de Lorca, y en la persecución de Decio, el martirio de Ciriaco y Paula. En los Concilios de Toledo aparecen las firmas de los obispos de Bigastro (Cehegín) y de Illici (Elche). Los nombres de los obispos de Carthago Nova y Bigastro testimonian la temprana cristianización y prosperidad de esta Iglesia.

      San Isidoro y San Ildefonso alaban la notable colección de obras célebres de autores eclesiásticos existente en Cartagena, especialmente cuando regentaba la diócesis Liciniano. Creemos, con García Villada, que la diócesis debió desaparecer en el s.VII suplantada por la de Toledo. (Más INFORMACIÓN).

Desacralizada Catedral de Santa María la Vieja de Cartagena

4.3.- LUGO. (Lucus Augusta).

      Se desconoce la fecha exacta o aproximada en que Lugo (la Lucus Augusti de los romanos) se estableció la primera comunidad cristiana. Tenemos por seguro que la evangelización inicial llegó a estos parajes ya en la segunda mitad del s.I, aun descartada la presencia en ella del Apóstol Santiago.

      Su extensión tuvo que ser muy dilatada en un principio puesto que dentro de la demarcación comprendida en el llamado Convento Jurídico Lucense, en los cinco primeros siglos última etapa de la época romana solamente hay noticia de la existencia de las sedes de Lugo, Iria (=Celenes?) y Orense.

S.I.Catedral de Santa María de Lugo

4.4.- ZARAGOZA (Cæsaraugusta).

      La diócesis es una de las más antiguas de España, puesto que según la tradición su origen se remonta a la llegada del apóstol Santiago – hecho que no se había puesto en duda hasta los escritos de Cæsar Baronius, que influido por una historia fabulosa de García de Loaisa, la puso en duda. S.S.Urbano, Pp., VIII ordenó que la antigua historia sobre el asunto fuera reintroducida en el Breviario.

      Ya se ha dado anteriormente la opinión acerca de lo referente a Santiago Apóstol y a la Virgen del Pilar, todo sin fundamento histórico sólido.

      Hacia el año 256 aparece como obispo de la diócesis Felix Cæsaraugustanus, que defiende la verdadera disciplina en el caso de Basilides y Marcial, obispos respectivamente de las diócesis de Astorga y Mérida.

      San Valero, que asistió al Concilio de Elvira, fue obispo de 290 a 315 y, junto con su discípulo y diácono San Vicente, sufrieron el martirio durante la persecución de Daciano. San Vicente fue llevado a Valencia, donde sufrió un largo y terrible martirio. San Valero fue exiliado a un lugar llamado Enet, cerca deBarbastro, donde murió. Sus reliquias fueron trasladadas inicialmente a Roda de Isábena, pero el brazo y la cabeza fueron trasladados a Zaragoza tras la reconquista de la ciudad.

      Se cree que hubo mártires en anteriores persecuciones en Zaragoza, tal como lo parece indicar Prudencio; pero no existen noticias claras anteriores a Valero, cuando también aparecen Santa Engracia y los Santos Innumerables.

      Se cuenta que Daciano, para detectar y destruir a los fieles de Zaragoza, ordenó que se prometiera libertad de culto con la condición de que todos saliesen de la ciudad en un momento determinado y por una puerta designada. En cuanto hubieron pasado la puerta, fueron muertos por la espada y sus cuerpos quemados. Sus cenizas fueron mezcladas con las de criminales, de forma que no pudieran venerarse. Pero una lluvia separó las cenizas, juntando las de los mártires en masas blancas, que son las conocidas como Santas Masas. Las Santas Masas fueron depositadas en la cripta de la iglesia de Santa Engracia, donde aun se conservan.

      Antes de la invasión musulmana, se realizaron tres concilios de nivel nacional en Zaragoza. El Concilio de Zaragoza I se realizó en el 380 durante el pontificado episcopal de Valerio II. Este concilio, anterior a los concilios de Toledo, trató sobre la erradicación del priscilianismo. (Más INFORMACIÓN).

 

5.- El cristianismo en la Provincia romana de Lusitania.

      Las primeras comunidades cristianas estables aparecen suficientemente arraigadas en la Lusitania ya en el s.III. La carta LXIX de san Cipriano al clero y pueblo de Emerita Augusta (255-257) es el documento más antiguo que poseemos de  una diócesis  en la Provincia Romana de Lusitania, con capitalidad en Augusta Emerita. En ella se hace mención al diácono Elio y a la comunidad  de la ciudad –item Ælio diacono et plebi Emeritæ consistentibus in Domino– como consecuencia de los problemas surgidos con su obispo Marcial.

      También durante la persecución contra los cristianos llevada a cabo bajo los emperadores Diocleciano y Maximiano Herculeo, tuvo lugar en la ciudad el martirio de Eulalia, como pone de manifiesto el poeta cristiano Aurelio Prudencio en su Peristephanon, Hym.III.

      Este hecho reactivaría la comunidad cristiana de la ciudad, y sin duda aseguraría a su iglesia importantes donaciones desde época temprana. Esta coyuntura religiosa y social convirtió desde entonces a la ciudad en lugar de peregrinación y culto, convirtiéndose la mártir en protectora de la misma.

      Otra fuente documental importante que corrobora esta implantación de una comunidad cristiana influyente en la ciudad son las actas de los concilios hispanorromanos, donde se tiene constancia de la presencia del obispo de Mérida, Liberio, al primer concilio celebrado por la iglesia hispana en Illiberis (Granada) en el año 314.

      En el año 380, otro obispo de Mérida, Hydacio, que tendría al final del s.IV e inicios del V un papel muy destacado en la lucha entre ortodoxos y herejes,asistió al concilio convocado en Cæsaraugusta para ocuparse de la herejía priscilianista, muy extendida por la provincia.

      Todo ello viene a mostrarnos una iglesia influyente, con un prestigio teológico asociado a una amplia proyección social y a una creciente riqueza, que la convertirán durante los ss.V-VI en la iglesia más preponderante y rica de Hispania, convertida en diócesis metropolitana de la que fueron sufragáneas las diócesis de Pace (Beja), Olissipo (Lisboa), Oxonoba (Silves), Idigitania (Diana a Velha), Conimbriga (Coimbra), Bisseon (Víseu), Lameco (Lamego), Caliabria (¿?), Elbora (Évora), Salmantica, Abula (Ávila), Cauria (Coria) y Zamora, de las que solamente Caliabria ofrece dudas sobre su localización. A continuación hacemos referencia a algunas de estas diócesis.

  • SALAMANCA: La primera noticia cierta del establecimiento de sede episcopal se remonta al año 589, comprobada por la asistencia del Obispo Eleuterio al III Concilio de Toledo. Los nombres de algunos obispos anteriores a Eleuterio, si no quedan históricamente demostrados, dejan una probabilidad de la existencia de la Diócesis.

  • ÁVILA: La diócesis se creó probablemente en el último cuarto del s.IV, puesto que se sabe del obispo herético Prisciliano ajusticiado en Tréveris en 385 Prisciliano alcanzó gran repercusión en la historia de la Iglesia . Al parecer, nació en la Hispania occidental, en el seno de una familia acomodada Sus predicaciones obtuvieron un notable éxito, en especial entre las mujeres y entre las clases populares, atacando el lujo de la Iglesia, la unión entre el poder civil y el religioso. Se le nombró obispo de Ávila en el año 380. El Concilio de Zaragoza, este mismo año, condenó algunas de sus prácticas. Condenado por hereje, brujo y explotador de mujeres, fue ejecutado junto con algunos discípulos., sus restos fueron trasladados a GalæciaLas doctrinas priscilianistas se basaban en el dualismo  gnóstico-maniqueo, una creencia en la  existencia de dos reinos, uno de la luz y otro de la oscuridad. Decían que los ángeles y las almas de los hombres eran arrancadas de la sustancia de la deidad. Las almas humanas estaban destinadas a conquistar el reino de las tinieblas, pero cayeron y fueron aprisionadas en cuerpos materiales. Así ambos reinos están representados en el hombre, y de ahí el conflicto simbolizado por parte de la luz por los doce patriarcas, espíritus  celestiales, que corresponden a ciertos poderes humanos; y por parte de la oscuridad, por los signos del zodíaco, símbolos de la materia y del reino inferior. La salvación del hombre consiste en la liberación del dominio de la materia. Cuando los doce patriarcas no pudieron liberarle, vino el  Salvador en un cuerpo celeste que aparecía como el de otros hombres y con su  doctrina y su muerte aparente liberó las almas de los hombres de la influencia de lo material La ética del dualismo priscilianista con su pobre concepto de la naturaleza dio origen a un indecente sistema  ascético así como a algunas observancias  litúrgicas peculiares, tales como el ayuno los domingos y el día de Navidad., unidos con críticas a la Iglesia. Puesto que sus doctrinas eran esotéricas y exotéricas y puesto que creían que los hombres en general eran incapaces de entender los más altos caminos, a los priscilianistas, o al menos a los iluminados, se les permitía  mentir en aras de una finalidad más santa. Fue debido precisamente a que era probable que estas enseñanzas  escandalizaran incluso a los fieles, que Agustín escribió su famosa obra “De mendacio.”

  • CORIA: La diócesis de Coria es una de las más antiguas de España. Según una antigua tradición fue fundada por S.S.Silvestre, Pp. en el año 338, siendo emperador Constantino y se tiene como probable que fuera su primer obispo San Evasio, quien padeció martirio en Casar de Cáceres.  Fue el primer obispo de la diócesis cauriense.- Si no hay datos que lo contradigan, quizás ha sido discípulo muy directo de Santia­go o de San Pablo.– Es seguro que residió mucho tiempo en Coria, aunque, en su labor evangelizadora, terminase por ser mar­tirizado a su paso por Casar de Cáceres.- Del primer obispo que se tiene constancia es el Obispo Jacinto que firma el acta del tercer Concilio de Toledo en el año 589.

 

6.- Situación de la Provincia Bætica en la Hispania romana.

      La reforma provincial de Augusto del año 27 a.C. dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Bætica. El nombre oficial de la última fue Provincia Hispania Ulterior Bætica hasta el s.II d.C., cuando pasó a denominarse simplemente Bética. La provincia recibió la categoría de senatorial, lo que impedía la presencia de tropas regulares, salvo en casos de urgencia, y la sometía al control directo del Senado romano.

      La capital se estableció de forma permanente en Corduba (Córdoba). Los límites de la Bætica coincidían casi en su totalidad con los de la Andalucía actual. El límite oriental se situaba en la desembocadura del río Nogalte, cuyo curso seguía hasta confluir con el Guadalimar en la sierra de Cazorla; por el norte y el noroeste seguía de la sierra de Almadén, para luego a través de La Mancha llegar hasta las cercanías de Badajoz donde confluían el río Guadajara con el Guadiana (denominado Anas por los romanos); este río era hasta su desembocadura la frontera occidental de la provincia.

      Estas fronteras fueron modificadas por Augusto entre los años 12-7 a.C., pues entregó parte de los territorios de la Bética a la Tarraconense. La zona minera de Cástulo (Linares) pasó a la provincia imperial, y la nueva frontera oriental se fijó en la desembocadura del río Mojácar.

      La provincia estaba dividida en cuatro conventos en los cuales se situaban 175 ciudades: el gaditano con su capital en Gades (Cádiz), el astigitano con su centro en Astigi (Écija), el cordubense que tenía su sede en Corduba (Córdoba) y el hispalense cuya ciudad principal era Hispalis (Sevilla).

 

7.- El cristianismo en la capital de la Bætica: Corduba.

      Antes de entrar a historiar los orígenes del cristianismo en los conventus béticos queremos hacer referencia aun tradición que remontaría el origen del cristianismo en la Bætica a los apóstoles, nos referimos a la tradición de los siete Varones Apostólicos, conforme a esta tradición, los Príncipes de los Apóstoles, Pedro y Pablo, escogieron a siete entre sus discípulos, bien probados en la fe siendo sus nombres Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio. Los ordenaron obispos y los enviaron a Hispania, dirigiéndose ellos a la Bætica, que era una de las regiones más romanizadas, en relación con la fundamentación de esta tradición podríamos concluir con P.Vega, el historiador que más detenidamente ha estudiado este tema en la última década: «Nuestra historia eclesiástica antigua está llena de oscuridades impenetrables por falta de documentación fidedigna… La tradición tiene sin duda un valor de presunción a su favor, que sólo argumentos positivos o dificultades insuperables pueden desvirtuar». 

      Dicho esto pasamos a referirmos al origen de la diócesis de Córdoba. La ciudad de Córdoba, cuyo conventus y diócesis originarios se extendían por el norte hasta las orillas del Guadiana y que al sur comprendían tan sólo una mínima parte de la campiña cordobesa, fue evangelizada posiblemente -por ser capital de la Bætica- desde los primeros momentos de la expansión del cristianismo. Las primeras noticias históricas son de la segunda mitad del s.III cuando aparece perfectamente diseñada como sede episcopal.

      Como es natural, los primeros pasos del cristianismo cordobés se vieron sometidos a las luchas y vicisitudes impuestas por el imperialismo romano. Sus primeros mártires nos son conocidos gracias al libro de Prudencio, Corduba Acisclum dabit et Zoillum tresque coronas (Peristephanon, IV,1920). Por su parte, el martirologio jeronimiano, los primeros calendarios mozárabes y los antiguos libros litúrgicos, recogen el día de la celebración de dichos mártires. El primer obispo cordobés que conocemos es Severo, de la segunda mitad del s.III, si bien no existen documentos muy fidedignos. Le suceden Grato y Beroso. El obispo  Osio -«hombre verdaderamente santo», según San Atanasio- recibió la ordenación episcopal entre el 290 y 295.

      Muy poco después, las actas del concilio de Elvira (302) certifican la expansión del cristianismo en Epora, Iliturgi, Carbula, Solia y Ossigi, municipios del conventus CordubensisTodos atribuyen a Osio la expresión homooúsios (de la misma naturaleza del Padre) del credo niceno. Coetánea de este obispo fue la persecución de Diocleciano del 304, en la que el mismo Osio fue torturado y padecieron martirio Acisclo, Zoilo, Fausto, Jenaro y Marcial.

      Los sarcófagos cristianos de época constantiniana que han llegado a nuestros días y el palatium episcopi de Osio y de sus sucesores en Cercadilla son testigos elocuentes de una comunidad de fieles en la que estaban integradas personas de cultura, de alto nivel económico y de buen gusto estético.

 

8.- El cristianismo en el Conventus hispalense.

      Hay que ir al s.III para conocer los primeros datos sobre la comunidad cristiana de Sevilla: el relato del martirio de las santas Justa y Rufina, alfareras que fueron sacrificadas por orden del gobernador Diocleciano tras negarse a adorar a la diosa Salambón. Sus restos fueron rescatados por el obispo Sabino, quien les dio sepultura en el cementerio cristiano de Sevilla, llamado después, según la tradición, Prado de Santa Justa. La existencia de este camposanto refuerza la tesis de una comunidad a orillas del Guadalquivir en aquella época, pero el dato más fiable es la presencia del obispo Sabino, un personaje perfectamente documentado que asistió al Concilio de Elvira (300-306).

      En el III Concilio de Toledo aparecen otros santos de la diócesis hispalense: Felix, Trepte, Victor, Basilio, Florencio, Crispin, Servando y German.

      Por otro lado, el Códice Emilianense del Escorial contiene un famoso elenco de los obispos de Sevilla, Toledo y Elvira. La serie de los prelados hispalenses comienza con los nombres de Marcelo, Sabino, Evidio, Diocleto, Semproniano y Gemino. La presencia cristiana en la cuenca del Guadalquivir parece más reforzada documentalmente a raíz de la llegada de los visigodos, con la pugna inicial entre católicos y arrianos y el tercer Concilio de Toledo (589).

 

8.1.- El concilio de Elvira (Iliberis).

      Este Concilio,  se celebró al comienzo del s.IV en Eliberris o Illiberris, en Hispania, una ciudad próxima a Granada actualmente en ruinas. Fue, por lo que sabemos, el primer concilio que se celebró en Hispania, al que asistieron diecinueve obispos de todas partes de la Península. El año preciso en el que se celebró ha sido un motivo de controversia sobre el que se ha escrito mucho. Algunas copias de sus actas contienen un dato que se corresponde según nuestro cálculo con el año 324; para muchos escritores el concilio se celebró en ese año.

      Jean Hardouin sugiere el año 313, Mansi el 309, y Hefele el 305 ó 306. Opinión más recientes (Duchesne) sitúa la fecha considerablemente antes del 300 a 303 y por consiguiente, previo a la persecución de Diocleciano. El principal obispo que asistió al concilio fue el famoso Osio de Córdoba. Se menciona también a veintiséis sacerdotes ocupando un lugar con los obispos. Los ochenta y un cánones fueron, sin embargo, están  suscritos únicamente por los obispos. Esos cánones, todos disciplinarios, arrojan mucha luz sobre la vida religiosa y eclesiástica de los cristianos hispanos en la víspera del triunfo del cristianismo. Tratan de temas tan variados como el matrimonio, el bautismo, la idolatría, el ayuno, laexcomunión, los cementerios, la usura, las vigilias, la frecuentación a Misa, las relaciones de los cristianos con los paganos, judíos y herejes, etc. En el c.XXXIII, según Hefele, tenemos la ordenanza eclesiástica positiva más antigua concerniente al celibato del clero. El c.XIII muestra la institución de las monjas (virgines Deo sacratæ), desde tanto tiempo conocida en Hispania. A menudo el c.XXXVI (placuit picturas in ecclesia esse non debere en quod colitur et adoratur in parietibus depingatur) se ha alegado como argumento contra la veneración de imágenes según practicada en la Iglesia Católica. Binterim, De Rossi y Hefele lo interpretan como una prohibición contra el uso de imágenes en los templos grandes únicamente, para evitar que los paganos caricaturizaran las escenas e ideas sagradas. Von Funk, Termel y Dom Leclerq opinan que el concilio no se pronunció sobre la licitud o ilicitud del uso de las imágenes, sino que se trata de una medida administrativa que simplemente las prohíbe, para evitar que los nuevos y débiles conversos del paganismo incurran en cualquier riesgo de recaer en la idolatría, o se escandalicen ante algunos excesossupersticiosos que de ningún modo estaban aprobados por la autoridad eclesiástica.

 

9.- Final del Imperio Romano de Occidente.

      El inestable equilibrio que se mantenía en las fronteras del norte del Imperio Romano se rompe en el último tercio del s.IV con la entrada en Europa de un pueblo mogol, los Hunos, presionados  por ellos numerosos pueblos germanos se precipitan a través del limes romano, en el año 406 se produce la primera gran invasión. 

      Tres años mas tarde llegaban a los Pirineos tres de estos pueblos, conocidos con los nombres de suevos, alanos y vándalos, estos últimos divididos en dos grupos, los asdingos y los silingos. A partir de estas invasiones el imperio romano de occidente caería de forma definitiva  a partir de los años del final del s.IV y primeros años del s.V.

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