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Parte III.- El Catolicismo de Hispania

bajo la dominación musulmana

1.- Visión sintética de carácter político de la época

      Pensamos que una visión sintética  de carácter político debe al menos incluir estos puntos que como se advertirá tiene cada uno dos partes, la primera referida al dominio musulmán y la segunda a los reinos cristianos.

 

1.1.- La conquista musulmana y pueblos invasores.

      Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas, compuestas por árabes y beréberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.

        Dirigidos por el beréber Ṭāriq Benzema ibn Ziyād al-Layti, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Abu Abd ar-Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-Rahman Zayd al-Lajmi o Musa ibn Nusair los musulmanes derrotaron en la batalla de Guadalete (711) al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el combate.

Animados por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance por las tierras hispanas, primero en dirección a Toledo, posteriormente hacia Zaragoza.

        En apenas tres años, los musulmanes lograron conquistar la mayor parte de las tierras hispánicas sin encontrar apenas resistencia. Solo las regiones montañosas de las zonas cantábrica y pirenaica escaparon a su control.

      Diversos magnates nobiliarios visigodos decidieron pactar con los invasores, como fue el caso de Teodomiro, en la región murciana. Las escasas fuentes disponibles nos hacen pensar que la conquista se realizó principalmente mediante capitulaciones y rendiciones acordadas entre los señores godos y los conquistadores musulmanes. La violencia fue más la excepción que la regla. Esto nos explica la rapidez de la conquista.

 

1.1.A.- Inicio de la resistencia hispana.

      Tras la rápida conquista musulmana de la mayor parte de la península, en las montañas del norte se comenzaron a organizar  núcleos de resistencia cristianos.

      En el 722, un noble visigodo, Pelayo, y los indígenas astures derrotan en Covadonga a un ejército expedicionario musulmán. A partir de ese momento comienza a organizarse el reino de Asturias.

  • Alfonso I (739-757) asume la herencia visigoda. Establece el “Fuero Juzgo” y otros elementos políticos. La emigración hacia el norte de población visigodo-hispanorromana refuerza esta continuidad.

  • Alfonso II (791-842) establece la capital en Oviedo. Durante su reinado se habla del descubrimiento de la tumba del Santiago, origen de la gran peregrinación.

  • Alfonso III (866-910) lleva la frontera hasta la línea del río Duero, ocupando la cuenca norte (“tierra de nadie”). Se escriben varias crónicas que refuerzan la idea de la continuidad del reino astur-leonés y el reino visigodo. A su muerte se traslada la capital a León.

 

1.2.- El Emirato y el Califato de Córdoba. (756-929).

      Tras la invasión, la mayor parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico (imperio musulmán), Al-Andalus. Al frente de este territorio se colocó a un Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán, por entonces perteneciente a la dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.

       A mediados del s.VIII tuvo lugar un hecho clave. La dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abasí, familia que se adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar, refugiándose en Al-Andalus, donde, gracias a los apoyos que encontró, se proclamó emir. Se trataba de Abd Ar-Rahman ibn Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik o Abderramán I (756-788), con quien comenzaba en Al-Andalus el período conocido como  emirato independiente, debido a que acabó con la dependencia política de los califas abasíes, que habían establecido su sede en la ciudad de Bagdad.

 

1.2.A.- El reino asturiano traslada la capital a León.

  • Alfonso I (739-757) asume la herencia visigoda. Establece el “Fuero Juzgo” y otros elementos políticos. La emigración hacia el norte de población visigodo-hispanorromana refuerza esta continuidad.

  • Alfonso II (791-842) establece la capital en Oviedo. Durante su reinado se habla del descubrimiento de la tumba del Santiago, origen de la gran peregrinación.

  • Alfonso III (866-910) lleva la frontera hasta la línea del río Duero, ocupando la cuenca norte (“tierra de nadie”). Se escriben varias crónicas que refuerzan la idea de la continuidad del reino astur-leonés y el reino visigodo. A su muerte se traslada la capital a León.

 

1.3.- La crisis del s.XI: los Reinos de Taifas.

         En las últimas décadas del s.X, Almanzor se hizo con el poder efectivo en Al-Andalus; ejercía el cargo de hayib, una especie de primer ministro. Mientras tanto, el califa de la época, Abû l-Walîd Hishâm ibn al-Hakam o Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de Madīnat al-Zahrā' sin ejercer en lo más mínimo el poder político.

        La muerte de Almanzor en 1002, tras sufrir una derrota en Calatañazor, abrió en Al-Andalus una larga etapa de fragmentación y disputa (fitna). En menos de treinta años nueve califas se sucedieron en el trono, finalmente el califato de Córdoba terminó por desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas expresión que significa “banderías”.

         De forma paulatina las taifas o banderías de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza fueron independizándose del poder central de Córdoba.

      En un principio el Califato se fragmentó en veintisiete reinos de taifas. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados por los más poderosos.

 

1.4.- León y Castilla incorporan a su reino  el Sistema Central y  el Tajo.

      Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los Reinos Taifas, León y Castilla rebasan la Cordillera Central y ocupan la cuenca del Tajo. Toledo se reconquista en 1085. La ocupación del reino de Toledo significó la incorporación a su reino del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo.

      Tras el freno impuesto a la reconquista por la invasión almohade, el avance hacia el sur se reactivó en los reinos orientales cuando Alfonso I de Aragón reconquistó Zaragoza en 1118 y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, conquistó Tortosa (1148) y Lérida (1149). Mientras, Portugal conquistaba Lisboa en el 1147.

 

1.5.- La crisis del s.XI: Los imperios norteafricanos.

      La debilidad del Al-Andalus fragmentado en los reinos de Taifas permitió a los reinos cristianos del norte tomar la iniciativa militar en la península. Esta superioridad cristiana se vio dos veces interrumpida por la irrupción en Al-Andalus de dos invasiones norteafricanas que consiguieron de forma efímera recuperar la unidad de la España musulmana.

      La primera de ellas la del  año 1086 en el que llegaron los almorávides, agrupación de tribus beréberes dedicadas a la ganadería, que poco antes habían creado un imperio en el norte de África.

      El poder almorávide fue efímero. A mediados del s.XII la unidad de Al-Andalus se vino abajo y la fragmentación política trajo los conocidos como Segundos Reinos de Taifas.

     Más tarde llegaron a la Península Ibérica los almohades, que habían constituido unos años antes en el Magreb un nuevo imperio, también formado por beréberes.

      Los almohades no solo unificaron nuevamente Al-Ándalus, sino que hicieron frente a los cristianos logrando algunos éxitos notables, como el obtenido en Alarcos (1195) contra Alfonso VIII de Castilla.

      También los almohades terminaron por fracasar  sufriendo el gran descalabro en la  batalla de las Navas de Tolosa del 16-vii-1212, tras ella la presencia musulmana en la península Ibérica quedó reducida al Reino de Granada.

 

1.6.- Los reinos cristianos ocupan la casi totalidad de la Península.

      Tras la interrupción del avance con la llegada de los almohades, poco a poco Castilla-León consiguió dominar el valle del Guadiana y de los pasos de Sierra Morena.

      Ese proceso culminó con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), que abrió definitivamente el avance cristiano hacia el valle del Guadalquivir y Valencia.

      Rápida ocupación del valle del Guadalquivir (Córdoba, Sevilla) por Fernando III el Santo (1252) y de Valencia y las Baleares por Jaime I el Conquistador (1276). Quedará el reducto musulmán de Granada hasta 1492.

      Al avanzar la reconquista Castilla se independizó de León (s.X, con el conde Fernán González), Portugal de Galicia y Aragón se expandió hacia el sur. Posteriormente Castilla absorbería a Asturias, a León, a Galicia y parte del Reino de Navarra.

    Aragón absorbió al condado de Barcelona y al Reino de Valencia (a principios del s.XII, Petronila de Aragón contrajo matrimonio con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y el hijo de ambos Alfonso II fue el primer monarca en heredar los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona). A partir de ese momento la unión de estos dos territorios se conoció como la Corona de Aragón.

      Portugal se constituyó como reino independiente en el s.XII.

    Al final de la Edad Media, la península estaba repartida en cuatro reinos cristianos: Castilla, Aragón, Navarra y Portugal y el reino musulmán de Granada.

1.7.- Modelos de repoblación tras la reconquista.

      Posteriormente a la conquista tiene lugar el proceso de repoblación: la ocupación efectiva y su puesta en explotación económica de los territorios conquistados. Distinguimos diferentes tipos en las diversas fases de la reconquista:

  • Presura o Aprisio, en la repoblación del valle del Duero o de la plana de Vic (zonas casi desérticas) ´

  • Los campesinos, a veces pero no siempre dirigidos por un noble o un clérigo, ocupan de forma libre la tierra. El rey sanciona posteriormente la legalidad de la propiedad. Esta repoblación genera una sociedad de campesinos libres basada en la pequeña propiedad. Estos campesinos se halla comprometidos en la defensa militar de la tierra conquistada (campesinos-villanos castellanos)

  • Repoblación concejil, en los valles del Ebro y el Tajo. La repoblación se basa en la creación de concejos y ciudades con su alfoz, a las que se les dota de Fueros o Cartas Pueblas. Estos fueros otorgan libertades y privilegios a sus habitantes para atraer a la población a una zona peligrosa de frontera. La caballería villana queda encargada de la defensa y se configura como el grupo social hegemónico en los nuevos núcleos de población Esta repoblación fue dirigida por el rey y configura una sociedad basada en la mediana propiedad En las zonas como Toledo o Zaragoza, la abundante población musulmana fue expulsada al campo o a las zonas de los arrabales de las urbes.

  • Repoblación de los valles altos del Júcar-Turia y el Guadiana: La repoblación se basó en repartimientos a las grandes Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa (Aragón) Esta repoblación creó una zona caracterizada por los grandes latifundios ganaderos jalonados de fortalezas para la defensa del territorio de frontera.

  • Repoblación de Extremadura, valle del Guadalquivir y fachada levantina: Los reyes otorgaron grandes territorios a los nobles y soldados que participaron en la conquista militar: donadíos (grandes latifundios en manos de la gran nobleza) o heredamientos (propiedades más pequeñas, El nuevo tipo de estructura agraria se basó en la gran propiedad En las ciudades se organizaron concejos La mayor parte de los musulmanes tendieron a huir al reino de Granada. En los regadíos levantinos, sin embargo, muchos permanecieron trabajando para la nobleza cristiana.

  • En Baleares, hubo repartimientos entre la nobleza, siendo la población musulmana diezmada o expulsada.

 

      Pese a estos diferentes modelos de repoblación, el modelo de sociedad feudal se consolidó a lo largo de toda la península con sus instituciones típicas como el vasallaje, el señorío territorial y señoría jurisdiccional.(Más INFORMACIÓN)

2.- El catolicismo en los territorios musulmanes

      Hay una serie de palabras que empiezan por “m” y que reflejan la compleja situación religiosa y cultural de la Península Ibérica en la Edad Media y la Modernidad Temprana.

  • El primer término, muladí, del árabe clásico muwallad (“mestizo”) se refiere a los conversos (cristianos o judíos) a la fe musulmana.

  • El segundo, mozárabe, del árabe mustaʕrab (“casi árabe” o “arabizado”) se refiere a los cristianos que se quedaron en territorio musulmán sin convertirse pero adoptando aspectos de la cultura andalusí, incluida la lengua árabe.

  • El tercero, moro (del latín, maurus, “nativo de Mauritania”, es decir, del noroeste de África), se aplicaba a los musulmanes del norte de África y de la Península Ibérica en general.

  • El cuarto, mudéjar, del árabe mudaÿÿan (“al que le ha sido permitido quedarse”), se refiere a los musulmanes que se quedaron en territorio cristiano sin convertirse.

      Así que en los territorios  dominados por los musulmanes había, hablando muy en general, cuatro  grupos distintos como constituyentes de la sociedad  del Al-Andalus, es decir: 

          1. musulmanes,

          2.-muladíes,

          3.- mozárabes,

          4.-judíos.

      Los esclavos, aparte de los cautivos, eran los negros y los renegados o elches. Eran el grupo más bajo de la condición social. Es utilizaron como mano de obra barata, bastaba con su manutención. Nunca actuaron como un grupo social diferenciado.

      Se ha dicho que hablando de una forma muy  genérica, pues dentro de estos cuatro grupos había diversos subgrupos diferentes entre sí, aunque dada la naturaleza de nuestro tema, nos ocuparemos  de dos de ellos: los muladíes y los mozárabes relacionados de alguna forma con el cristianismo.

   Es importante destacar que los nombres utilizados para a las distintas clases sociales en esta época hagan referencia, prácticamente todos, a la religión.

 

2.1. Los Muladíes

      Ya hemos dicho que los muladíes eran cristianos  que vivían en territorio musulmán y  se convirtieron al islam.

      A nosotros nos interesa saber cuáles eran los motivos  que influyeron en la conversión de estos cristianos al islam, teniendo en cuenta que su número fue considerable.

      Se ha dicho que las causas fueron principalmente de carácter económico, se libraban así del pago de los diferentes impuestos  del que estaban libres los islámicos.

      Otra razón sería de carácter social pues políticamente el poder de las ciudades se quedó en las familias influyentes locales anteriormente cristianas, que se habían convertido al Islam.

      Los funcionarios locales eran más efectivos para la defensa territorial que los funcionarios centrales. La mayoría de la población en la Marca Superior, con capital en Zaragoza y que ocupa la mayor parte de las tierras hoy aragonesas, junto con otras navarras, riojanas y catalanas estaba  conformada por gente que ya vivía allí con los visigodos y que se cambiaron a la religión islámica (muladíes).

      Los muladíes tuvieron sobre todo importancia política desde la segunda mitad del s.VIII hasta los primeros años del s.X, pues los primeros emires Omeyas se sirvieron de ellos, en puestos claves, para contrarrestar las rebeldías de los árabes y bereberes llegados a Al-Andalus con la conquista musulmana, y que pretendieron más poder del que los Omeyas de Córdoba les concedieron.

      Pero ya en el s.IX, los muladíes han logrado —sobre todo en los territorios fronterizos— tanta fuerza, que crean a su vez problemas al Estado central, que comienza entonces a apoyarse de nuevo en linajes árabes para contrarrestar a los muladíes.

      La importancia de los muladíes en la Marca Superior se pone bien de manifiesto en la historia de las grandes familias muladíes de los Banu Qasi entre Tudela y Zaragoza, de los Banu Sabrit  y Banu Amrus, entre Huesca y Barbastro, especialmente.

      Pero la masa muladí, e incluso los funcionarios, quedaron  postergados a la rancia elite árabe y protestan por ello (sūbiyya) y promueven una solidaridad étnica (ʻaabīya), uno de cuyos campeones fue un cadí de Huesca, Muhammad al-Ma’afirī, muerto en 908.

           Hay una tercera causa que se ve escasamente destacada y es que a la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, el Islam era considerado, por muchos cristianos, más que como una nueva religión, una herejía cristiana, similar a la de los arrianos más extremistas. Se explicaría de esta forma  el escaso conocimiento que se tenía sobre la figura de Mahoma por parte de personajes cristianos tan importantes como San Eulogio, que a mediados del s.IX, que “descubre” en el monasterio de Leyre, una biografía de Mahoma:

            «Cuando últimamente me hallaba en la ciudad de Pamplona y moraba en el monasterio de Leyre, hojeé todos los libros que estaban allí reunidos, leyéndolos para mí desconocidos. De repente, descubrí en una parte cualquiera de un opúsculo anónimo la historieta de un profeta nefando.» (“Apologeticum martyrum”)

            De él dice:

      «Nació el heresiarca Mahoma en vida del emperador Heraclio, el año séptimo de su reinado, en el curso de la era DCLVI. En esta época, Isidoro, obispo de Sevilla brilla en el dogma católico y Sisebuto ocupa el trono real de Toledo. Sobre su tumba en la villa de Iliturgis fue construida la iglesia del Bienaventurado Eufrasio y también en Toledo, por orden del príncipe mencionado, una capilla de una disposición maravillosa fue edificada en honor de la Bienaventurada Leocadia. El nefasto profeta citado, Mahoma, consiguió el poder durante diez años después de los cuales murió y fue enterrado en el infierno. Así fueron sus primeros pasos en verdad: Cuando era un niño entró al servicio de una cierta viuda. Habiéndose convertido en el gerente ambicioso de sus negocios, comenzó a frecuentar con asiduidad las reuniones de los Cristianos e, hijo astuto de las tinieblas, de memoria aprendió algunos de los principios del cristianismo y se convirtió en el más sabio de todos sus árabes ignorantes

 

2.2.- Los mozárabes

2.2.A.-Aspectos generales.

    Sabemos  que son cristianos que viven bajo el poder musulmán que invade España en 711. Desde el s.IX están en minoría. Pueden mantener su religión, pero pagando impuestos adicionales y no pueden tener cargos, ni propagar su religión, así pues  conservaron sus riquezas, sus instituciones, su nobleza y su Iglesia. Mantuvieron vigentes sus ritos y sus edificios de culto, aunque no pudieron construir otros nuevos, ni arreglarlos, lo que implicó un progresivo deterioro de las iglesias.

      Aunque se conservaron los ritos, estos sólo se podían celebrar en el interior de las iglesias. El rito más común fue el gótico-isidoriano, o rito mozárabe, que se extendió por toda la península, incluso en los reinos cristianos, hasta que Alfonso VI impuso la liturgia latina por indicación de Roma.

      Los mozárabes eran un porcentaje elevado de la población, tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo durante la época omeya. Los musulmanes se hacen ceder iglesias para instalar sus mezquitas; como la Mezquita de Córdoba, construida sobre la catedral de san Vicente de Córdoba: en 748, obligan a los cristianos a cederles la mitad de esa basílica para establecer allí la mezquita mayor de la ciudad, porque aún no tenían capacidad arquitectónica; en 785, Abderramán I, consolidado en el trono de Al-Andalus como emir independiente, obliga a los cristianos a entregar la otra mitad de su catedral, donde coexistían ambos cultos por imposición islámica que ahora completan.

      En 786, derriba la Catedral para construir allí la Mezquita de Córdoba con alarifes (arquitectos) españoles y decoradores bizantinos de mosaicos, después será ampliada varias veces por sus sucesores.

     El latín, aunque aún es la lengua escrita utilizada por los mozárabes para los textos religiosos y culturales, ya se ha ido descomponiendo dialectalmente, de forma que el habla mozárabe es ya muy parecida al castellano arcaico. En la literatura de Al-Andalus, se conservan palabras mozárabes intercaladas en versos árabes.

     La jarcha es un poemita o copla en habla mozárabe insertado al final de un tipo de poema en árabe llamado moaxaja (muwašša).

Aunque muchos mozárabes eran bilingües utilizando a la vez el latín y el árabe, y al final únicamente el árabe.

     Es esto último otro aspecto a destacar  en los mozárabes del Al-Andalus, su  progresiva arabización e identificación con el medio en que vivían, lo que llevó en algunos casos, a los creyentes e instituciones  de los Reinos cristianos  a rechazar  un cristianismo que consideraban islamizado.

    Los mozárabes aportaron a los núcleos cristianos de resistencia del Norte el incremento de aquella resistencia con su propio espíritu cristiano de resistencia al Islam, esencial en la Reconquista, y el aumento de población esencial para consolidar los territorios liberados y para reconquistar otros.  Porque reconquistar era repoblar, tener población dispuesta a vivir en los territorios de primera línea y a defenderlos. La Rioja, por ejemplo, se repobló en parte con población vascona y en parte con población mozárabe.

 

2.2.A.i.- Los Mártires mozárabes.

      Los mozárabes debieron soportar un estado de población discriminada manifestada en varios aspectos, ya hemos indicado algunos de ellos, pero también en algunos casos sufrieron una persecución violenta que los llevaron al martirio.

      Algunos martirios tienen  una fuente documentada: las ejecuciones están recogidas en una única fuente escrita por San Eulogio, que fue uno de los dos últimos ejecutados en morir.

    En Oviedo se conservó un manuscrito de su Documentum martyriale tres libros del Memoriale sanctorum y el Liber apologeticus martyrum, que son los únicos escritos conservados de este santo, cuyos restos fueron trasladados a la capital asturiana en 884.

      Se recogen 48 ejecuciones entre 850 y 859, de cristianos, 38 hombres y 10 mujeres. Veintidós eran naturales de Córdoba capital, 4 de la provincia, 6 de la diócesis de Sevilla, 3 de la de Granada y uno de los siguientes lugares: Martos, Badajoz, Toledo, Alcalá de Henares, Portugal, Palestina y Siria, de uno se debate el lugar de origen (Álava o Septimania) y no consta el origen de cuatro de ellos.

      Tres tienen nombres griegos, posiblemente relacionados con la provincia de Spania, el asentamiento que el Imperio bizantino había realizado en el sudeste peninsular durante el reinado de Agila I.

      Treinta y cinco eran clérigos de distinto tipo, sobre todo monjes pero también diáconos y sacerdotes, el resto eran seglares salvo de Salomón, del que se ignora su condición. Todos salvo dos habitaban en Córdoba o en monasterios de la sierra cercana a la ciudad como monjes o en zonas próximas como eremitas.

     Cuatro eran conversos que provenían de familias completamente musulmanas, cinco de matrimonios mixtos y tres eran antiguos cristianos convertidos al islam que habían vuelto al seno de la Iglesia. Todos salvo Sancho y Argimiro fueron decapitados.

      Pero el martirio de cristianos en Al-Andalus no fue algo limitado a la persecución cordobesa, pero en ningún otro lugar o momento del emirato se produjo con tanto furor y cantidad.

      Recafredo, el obispo de Córdoba, se puso del lado de las autoridades musulmanas considerando a los mártires, fanáticos y a instancias del califa convocó un concilio en Córdoba en 852.

      En este concilio muchos obispos plantearon reparos a la actitud de desafiar abiertamente las leyes musulmanas contra el apostolado buscando la muerte santa.

 

2.3.- Las estructuras cristianas en Al-Andalus.

      Se puede decir  de forma muy genérica que las instituciones cristianas permanecieron estables durante la época musulmana en sus territorios: monasterios, diócesis, monjes y monjas y tras la fundación de las órdenes mendicantes acaecida en esta época, también algunos miembros de éstas, especialmente franciscanos.

      En cuanto a los monasterios de la región del Al-Andalus muestran unas características que los hace diferentes de  los de esa misma época en otras latitudes: son monasterios en el que muchos mozárabes huyen del mundo para poder vivir la comunión con Dios bien sea a través de la vida monástica o por el martirio, en muchos casos deseados y en algunos buscado.

      Los monasterios de la capital cordobesa  repercute en las regiones más lejanas del Al-Andalus, como la ciudad de «Bosta apud oppidum Barbitanum» en el martirio de Nunilo y Alodia: «[…]licet in aliis regionibus gesta extiterint. Sed quia una est confessio […] idemque tempus […]» (Mansi 11, VII, 1). La Última afirmación eulogiana legitima la lectura de una misma situación en el resto de la mozarabía.

      La irradiación de Córdoba alcanzaba hasta las zonas más alejadas del mundo mozárabe desde su monasterio de Tabanos: «[…] quia summis monasticæ regulis disciplinæ cunctum honestatæ fame rumoribus illustrabat occidentem» “porque con el cumplimiento de las reglas y disciplina ilustraba a todo el occidente” (Mansi 11, X, 15)

     De Astigi y Elepla, de donde era originaria María, la compañera de Flora, (Mansi 11, VIII, 9) llegan a Cuteclara Pedro y Walabonso, presbítero y diácono respectivamente, y profesan bajo el abad Frugello, como Wistremundo de Astigi, adolescente todavía, al monasterio Armilatense (Mansi 11, N)

.      Teodomiro es titulado «monachus Camzonensis» (Id. VI) «y del «oppido Tuccitano» había llegado Amador con su padre y sus hermanos (Mansi III, XIII), como el presbítero Rodrigo «ex quodam vico Egabrensi» (AM 21).

        «Ex oppido Egabrensis» era originario un varón de edad madura, Argirniro, juez en la corte emiral, de la que había sido removido, y buscaba el retiro monacal «otium cœnobii incoleret quietus» “buscando cultivar el descanso y la paz del cenobio” (MS 111, XVI).

      Esta esfera de influencia se amplía sucesivamente: hasta Hispalis de donde era originaria Aurea (MS III, XVII), hasta el «oppidum Pacense» desde donde llegó el delicado efebo Sisenando (MS TI, V) o Gumesindo, desde el mismo Toledo, todavía niño acompañado de sus padres «votivo genitorum affectu» "por el voto de sus padres" (MS 11, M) o desde «provincia Lusitania» como el presbítero Elías (MS III, XV).

      Pero una de las figuras más sobresalientes y atractivas del monacato mozárabe aproxima ya a los mismos confines de la mozarabía del oriente es Fandila (MS 111, VII, 1-3), «adulescens quidam aspectu decorus […] ex urbe Accitana» “cierto adolescente de agradable aspecto  de la ciudad de Acci”, que abrazó la vía monástica en su misma adolescencia, habiendo marchado a Córdoba en su pubertad por razón de estudios. Destaca en él su espíritu ardiente e inquieto «aliquibus locis peregratis ac mutatis, in quibus ardens devota mens requiescere non poterats» “abandonando  ciertos lugares en los que su ardiente devoción no podía descansar.”

     El abad y los monjes de Peñamelaria le hicieron ordenarse de presbítero contra su voluntad y por último ingresó en el monasterio Tabanense. Fandila aparece en esta época como espejo del monje, de gran humildad y obediencia, «gratis sanctitatis, qua cœlitus refulgebata, affatim digno laudum præconio eorumdem fratrum atque sororum quibus præerat» “refulgía con la gracia de la santidad mereciendo la alabanza de sus hermanos y hermanas a los que había precedido”.

      La fragmentación territorial de la mozarabía no hace suponer la incomunicación, antes al contrario es de admirar la sintonía que demuestran en cuestiones menos graves y de interés menos general.

      La observación de Menéndez Pelayo de que en esta época sólo Córdoba tuvo historiadores (HªHet.Esp.I p.394) explica la intermitencia en la aparición de noticias, que certifiquen la presencia constante del resto del mundo eclesiástico, y también monástico, que pueden adivinarse subyacentes.

     El P. Flórez (Esp.Sagr. t.XV ap.) encontraba en un códice gótico Legionense las actas de un Concilio de Córdoba de 839 condenando los errores de unos ascetas, que ayunaban como los priscilianistas en el día de Navidad y rechazaban algunas comidas como inmundas, negaban la adoración de las reliquias y entregaban a los fieles la Eucaristía en la mano y también los acusaban de bígamos, incestuosos, que ejercían la cirugía y el comercio etc.

      Su expansión «in quibuscumque regionibus vel locis, villulis ac vicis conmorantes» y su forma de vida  «seducentes corda sua stimulant populum […] vitam ducunt fanaticam […]»- delatan su condición monástica más o menos ortodoxa.

      Si Recafredo, el obispo que lo presidió, era el mismo que trece años más tarde como metropolitano hispalense lo hiciese en la misma Córdoba condenando el martirio espontáneo, coincidiría en su nueva apreciación de vida fanática respecto al martirio y a un monacato ortodoxo.

       Es interesante anotar la presencia de Quirico, obispo de Acci –que con su  antecesor se creía extinguida esta sede-, el de Malaca Amalsuindo y Nifridio de Iliberis, lo que delata las comarcas de estas sedes habitadas por esos ascetas. Y con ellos, confirmarían también las actas los metropolitanos de Toledo, Hispalis y Emerita con los obispos de Astigi y Córdoba.

       Veintitrés años más tarde, en 862, avalaron con cartas al abad Sansón (Samsonis Apologeticus 11, præf. 8) «Suro Beatiensis sedis episcopus», «Ioannes Bastitanus episcopus», «Genesius Urcitanus episcopus» y el que marcaba los últimos confines de la mozarabía: «Teodegutus pontifex Illicitanus», que regiría simultáneamente la  sede de Eyyo, cuya devastación tendría lugar veintiocho años más tarde.

      También intervinieron los obispos de Egabra y Astigi, así como el metropolitano de Emerita.

     Lo que quiere decir que las sedes episcopales en general permanecieron atendidas por sus obispos en la España musulmana.(Más INFORMACIÓN‎).

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